domingo, 8 de noviembre de 2009

Campaña al Desierto.

La llanura pampeana bonaerense había estado sometida al dominio blanco apenas en una franja estrecha junto al Paraná y el Río de la Plata, por lo menos hasta la década de 1810. Desde entonces, la frontera se había adelantado hasta una línea que pasaba aproximadamente por las actuales ciudades de Balcarce, Tandil y Las Flores.
Durante los primeros años de su segundo gobierno, la política de Rosas para con los indios alternaría tratados de paz y donaciones con campañas de exterminio. Sólo después de la crisis que comenzó en 1839 la cambió por una política de paz permanente.
La campaña también incorporó científicos que reunieron información sobre la zona recorrida, pero las regiones desérticas quedaron en manos de los indios. Se aseguró la tranquilidad para los campos y pueblos ya formados, y se logró un relativo avance en el sudoeste de la provincia, pero los adelantos de la frontera serían mucho menos espectaculares que los de la campaña de Roca en 1879.
Lo más importante que logró Rosas fue poner de su lado al ejército, a los estancieros y la opinión pública. Y el eterno agradecimiento de las provincias de Mendoza, San Luis, Córdoba y Santa Fe, que se vieron libres de saqueos importantes por muchos años. Sin embargo, el único grupo de indios que no fue totalmente dominado, los Ranqueles, siguieron siendo la pesadilla de estas provincias.

La politica exterior de Rosas.

En el norte, las ambiciones del dictador boliviano Andrés de Santa Cruz, que dominaba la recién fundada Confederación Perú-Boliviana y quiso invadir Jujuy y Salta con el apoyo de algunos emigrados unitarios, llevaron a una guerra entre esos países y Argentina. La guerra estuvo a cargo del "protector" Heredia, gobernador de Tucumán. Éste era el último de los caudillos federales que hizo alguna sombra a Rosas, pero el Restaurador logró disciplinarlo por medio de la financiación de esta guerra. A fines de 1838, con el asesinato de Heredia a manos de uno de sus oficiales, se paralizaron las operaciones y desapareció su último competidor federal; tal vez por eso mismo al año siguiente aparecieron enemigos internos decididamente no federales.
Las relaciones con Brasil fueron muy malas, pero nunca se llegó a la guerra, por lo menos hasta Caseros. Nunca hubo problemas con Chile, aunque en ese país se refugiaban muchos opositores, que llegaron a lanzar algunas expediciones desde allí contra las provincias argentinas. Con Paraguay, la política de Rosas se limitó a pretender reincorporarlo a la Argentina. Aunque nunca se iniciaron acciones directas en ese sentido, mantuvo el bloqueo de los ríos interiores, a fin de forzar al Paraguay a negociar su incorporación a la Confederación, cosa que no consiguió.
En Uruguay, el nuevo presidente Manuel Oribe se libró de la tutoría de su antecesor Fructuoso Rivera. Pero éste, con apoyo de unitarios de Montevideo (entre ellos Lavalle) y de los imperiales brasileños establecidos en Río Grande del Sur, formó el "partido colorado" (al que Oribe le opuso el partido "blanco") y se lanzó a la revolución iniciándose la llamada Guerra Grande. A mediados de 1838 comenzó el sitio de parte de los colorados al gobierno, resguardado tras los muros de Montevideo. Los colorados tuvieron desde el primer momento el apoyo de la flota francesa y el protectorado brasileño. Ante esto, Oribe renunció en octubre de 1838, dejando en claro que lo había obligado una flota extranjera y se retiró a Buenos Aires.

Ley de Aduanas 1835.

El 18 de diciembre de 1835, Rosas sancionó la Ley de Aduanas en respuesta a ese planteo, que determinaba la prohibición de importar algunos productos y el establecimiento de aranceles para otros casos. En cambio mantenía bajos los impuestos de importación a las máquinas y los minerales que no se producían en el país. Con esta medida buscaba ganarse la buena voluntad de las provincias, sin ceder lo esencial, que eran las entradas de la Aduana.. Sin embargo, Buenos Aires continuó siendo la principal ciudad.
Se nacía de un impuesto básico de importación del 17% y se iba aumentando para proteger a los productos más vulnerables. Las importaciones vitales, como el acero, el carbón y las herramientas agrícolas pagaban un impuesto del 5%. El calzado, ropas, muebles, vinos, licores, tabaco, aceite y algunos artículos de cuero el 35%. La cerveza, la harina y las papas el 50%.
El efecto inesperado, pero que Rosas había considerado correctamente, era que disminuyeron las importaciones, pero el crecimiento del mercado interno compensó esa caída. De hecho, los impuestos por importación aumentaron significativamente. Más tarde, bajo el efecto de los bloqueos, se redujeron estas tasas de importación, pero nunca volvieron a ser tan bajas como en la época de Rivadavia, ni tanto como serían después de su caída.
Simultáneamente pretendió obligar a Paraguay a incorporarse a la Confederación Argentina ahogándola económicamente, para lo cual impuso una fuerte contribución al tabaco y los cigarros. Como temía que entraran de contrabando por Corrientes, esos impuestos alcanzaron también a los productos correntinos. La medida contra el Paraguay fracasó, pero tendría graves consecuencias respecto de Corrientes.
Su política económica fue decididamente conservadora: controló los gastos al máximo, y mantuvo un equilibrio fiscal precario sin emisiones de moneda ni endeudamiento. Tampoco pagó la deuda externa contraída en tiempos de Rivadavia, salvo en pequeñas sumas durante los pocos años en que el Río de la Plata no estuvo bloqueado En 1836, Rosas lo declaró desaparecido, y en su lugar fundó el Banco de la Provincia de Buenos Aires.
Su administración era sumamente prolija, anotando y revisando puntillosamente los gastos e ingresos públicos, y publicándolos casi mensualmente. Incluso, cuando más tarde castigó a sus enemigos con embargos de sus bienes — no realizó confiscaciones, a diferencia de lo que hizo Lavalle antes que él, o Valentín Alsina y Pastor Obligado después — hizo que se les entregaran a los parientes de los así castigados recibos detallados de todo lo embargado.

martes, 27 de octubre de 2009

La Revolución de los Restauradores

Luego de su primer período de gobierno, finalizado en 1832, Juan Manuel de Rosas se retira a la campaña de la provincia, y se ocupa por entero a la campaña del desierto.El ambiente de la ciudad en que había imperado el orden y la justicia, en especial en las clases bajas, empezó a agitarse, hasta desembocar en lo que se llamó la “Revolución de los Restauradores”, iniciada del 11 de octubre de 1833.Fue un movimiento típico del pueblo. No fue una revuelta inspirada ni dirigida por Rosas, ni se destinó a que éste se instalara en el poder, como hacían los unitarios, sino en la restauración de las instituciones, desnaturalizadas durante la gobernación del general Juan Ramón Balcarce, que lo había sucedido, apoyado en los tibios o “lomos negros” y estimulando la actividad de los “cismáticos”. La atmósfera caldeada explotó el 11 de octubre de 1833. El pueblo salió a las calles reclamando el restablecimiento del orden. Se le sumó la policía y el coronel Agustín de Pinedo, jefe de un regimiento de la ciudad.Rosas con su ejército del Colorado, no se movió ni participó en los acontecimientos, pero el pueblo permaneció en asedio esperando un cambio que diera satisfacción a sus demandas. El gobierno, dispuesto a resistir, incitó a los ciudadanos a presentarse a los cuarteles, pero se presentaron “solamente dos”. Balcarce lanzó una proclama el 1° de diciembre con el consabido argumento unitario de que los sediciosos se proponían el saqueo de la ciudad, y luego de la proclama pensó que era el momento de convocar al pueblo a presentarse en la Fortaleza; no se presentó nadie. Los “doctores unitarios”, hábiles en palabras, también lo eran para escurrirle el bulto a los peligros.Doña encarnación Escurra le comentaba a Rosas: “Los hombres de frac, los decentes, excitan a la lucha sin tomar parte en ella”. El 3 de noviembre la Junta de Representantes resolvió dar por terminadas las funciones del general Balcarce y al día siguiente eligió para el cargo al general Juan José Viamonte. El 7 de noviembre entraron en la ciudad las fuerzas populares que habían consumado una revolución sin que se practicara un solo acto de violencia o saqueo, según testimonios de la época La presencia del pueblo determinó la huida de los “cismáticos” y “lomos negros”, y no lesionó la autoridad y atributos de la Junta de Representantes que continuó en el ejercicio de sus funciones y dio realce a la firmeza de los humildes.

Interregno.

A fines de 1832, la legislatura reeligió a Rosas. Se dijo durante muchos años que rechazó su reelección porque no se le concedían las facultades extraordinarias, lo que no es exacto: no se sentía capaz de gobernar —ni quería hacerlo— sin la unanimidad de la opinión pública en su favor. Esperaría que lo llamaran desesperadamente, mientras buscaba la forma de hacerse imprescindible.
En su lugar fue electo Juan Ramón Balcarce, importante militar de la época de la guerra de independencia y jefe de un grupo federal no totalmente rosista. Rosas terminó su gobierno el 18 de diciembre de 1832.

Pacto Federal 1831.

El primer objetivo del Pacto Federal que, en enero de 1831, firmaron las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes —esta última adhirió más tarde—, fue responder a la Liga Unitaria que había organizado el general Paz desde Córdoba en agosto de 1830. Por el artículo tercero constituían una alianza ofensiva y defensiva contra toda agresión de cualquiera de las demás provincias integrantes de la República. Pero después de la captura de Paz, la Liga Unitaria nunca se consolidó y, para las provincias federales del Litoral, en los años siguientes la amenaza de un enemigo interior fue más potencial que real.
El Pacto Federal de 1831 era también un primer paso hacia la organización constitucional del país. En su artículo quince establecía el funcionamiento, en la provincia de Santa Fe, de una Comisión Representativa de los Gobiernos de las Provincias Litorales de la República Argentina, compuesta por un diputado de cada una de las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y, más tarde, Corrientes. Sin embargo, Rosas, López y Quiroga —nuevamente jefe regional del interior— no tenían las mismas intenciones sobre la efectiva convocatoria -al Congreso General. Rosas no era partidario de la realización del Congreso y, muy frecuentemente, el diputado por Buenos Aires estuvo en minoría en las discusiones y votaciones de la Comisión Representativa. El gobernador porteño presionó a López para que abandonara el proyecto de constituir jurídiramente al país. La convocatoria fue reemplazada por una imprecisa invitación a todas las provincias a adherirse al Pacto Federal y cumplir con sus objetivos.
Este fue el último intento de organizar un Estado centralizado para la República Argentina, mientras Rosas mantuvo el poder. Pero el compromiso de reunión de un Congreso General para dictar una Constitución federal quedó pendiente. Así lo reconoció el Acuerdo de San Nicolás que en mayo de 1852, después de la caída de Rosas, firmaron los gobernadores. Entre otros fines, el acuerdo reconocía al Pacto Federal el carácter de ley fundamental de la República, disponía “observarlo religiosamente” y se proponía “cumplir lo dispuesto en el Pacto Federal sobre la reunión de un Congreso General federativo”.

Caudillismo

El caudillismo es un fenómeno social y político surgido durante el siglo XIX en Latinoamérica, consistente en la aparición en cada país de líderes carismáticos cuya forma de acceder al poder y llegar al gobierno estaba basada en mecanismos informales y difusos de reconocimiento del liderazgo por parte de las multitudes, que depositaban en "el caudillo" la expresión de los intereses del conjunto y la capacidad para resolver los problemas comunes.
El poder de los caudillos se basaba en el apoyo de fracciones importantes de las masas populares. Este apoyo popular se tornaba en su contra cuando las esperanzas puestas en el poder entregado al caudillo se veían frustradas, y se decidía seguir a otro caudillo que lograra convencer de su capacidad de mejorar el país o la provincia.
Este fenómeno se dio en América Latina durante prolongados períodos de su historia republicana; en algunos casos desembocó en fuertes dictaduras, represiones a la oposición y estancamiento económico y político, pero en otros canalizó las primeras modalidades democraticas y federales en las repúblicas latinoamericanas, así como proyectos de desarrollo autónomo, frente a las expresiones políticas neocoloniales.